lunes, 12 de octubre de 2015

LA BIBLIOTECA A TRAVÉS DEL TIEMPO

          La primera biblioteca de la que se tiene constancia se situó en Caldea, región de la Baja Mesopotámia, actualmente Irak,  hacia el 1700 a.C. (el Código de Hammurabi se escribió en torno al 1760 a.C.). 
         Los textos estaban escritos en sistema cuneiforme sobre tablillas de barro, para lo que usaban un punzón o piedras perfiladas. La primera biblioteca nacional fue financiada por Asurbanipal, rey de Asiria, en Nínive en torno al siglo VII a.C.
        Egipto contó con las suyas propias en Tebas y Menfis, pero la biblioteca por antonomasia en el país del Nilo fue la de Alejandría, fundada por Ptolomeo Soter en el siglo IV a.C., aunque también se dice que fue Alejandro Magno. En el siglo III a.C. ya contaba con 400.000 rollos múltiples y 90.000 únicos. Euclides y Eratóstenes estudiaron y discutieron entre sus paredes las teorías que los harían conocidos a la posteridad. Desgraciadamente, cuando César asedió la ciudad fue incendiada parcialmente, aunque su verdadero final llegaría con los disturbios de la crisis imperial en el siglo III d.C.
           La biblioteca de Pérgamo también es otro símbolo del mundo antiguo. Fundada en el siglo II a.C. fue saqueada por Marco Antonio, quien regaló los volúmenes obtenidos a Cleopatra, reina de Egipto. Aquí, al contrario que en Alejandría, ya empezaría a usarse un nuevo soporte que tomaría su denominación de la ciudad donde se inventó: el pergamino. La biblioteca pública tuvo sus orígenes en Atenas en el 540 a.C., cuando Pisístrato decidió abrir el conocimiento a un mayor número de personas. Desde entonces, cada templo tuvo su biblioteca sagrada anexa. Platón y Aristóteles, en torno a sus instituciones, la Academia y el Liceo, tuvieron unas particulares. La obra de “El filósofo” fue conocida en occidente “gracias” a que un soldado romano descubrió cientos de sus pergaminos en tinajas en tiempos del dictador Sila (I a.C.)
         
Sobre la colina del Aventino se construyó la biblioteca más antigua que se conoce en Roma. La mandó realizar Cayo Asinio Polión. César Augusto cró otra en el monte Palatino, en tanto construía la gran giblioteca Octaviana y otras públicas por el centro de la urbe… hasta alcanzar las trescientas en el siglo IV d.C.
En la Edad Media encontramos pocas bibliotecas destacables. La mayoría de volúmenes que nos han llegado hasta hoy fue gracias a las abadías, monasterios o palacios episcopales que realizaron copias o custodiaron con gran celo los originales del bajo Imperio. San Benito de Nursia, fundados de la orden benedictina fue uno de los protagonistas y estableció la obligada lectura monacal.
Algunas ciudades de la España musulmana, como Córdoba, tenían lujosas bibliotecas. Abd-el-rahmán III contaba con medio millón de libros en el siglo X. El mundo islámico, comprendámoslo, era una cultura refinada. Muchos comerciantes o intelectuales itinerantes usaban sus camellos como transporte de su biblioteca particular. Por motivos bien diferentes, Averroes transportó sus numerosos y preciados libros de medicina en su camino de regreso a la capital andalusí. 


El Renacimiento supuso la eclosión de la biblioteca como institución y como lugar de acceso a la cultura. Los Medicis fundaron, en 1444, la primera biblioteca pública moderna con unos 10.000 volúmenes. Italia fue el gran centro del saber en los siglos XIV y XV.





Actualmente las bibliotecas mejor dotadas son las del Congreso de EE.UU. y la de Moscú, pero es importante recordar cuán importante son la situada en el corazón del British Museum o la actual de Alejandría.


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